Paula, una buena amiga desde hace años y separada desde hace unos meses, me contaba delante de un café, su teoría sobre lo que ella llama “el follamigos”.
Si hoy pones la palabra “follamigos” en Google, te aparecen en tan solo 0.05 segundos, 45.500 resultados, de lo que deduzco que como yo, hay muchas otras personas que tienen una opinión o teoría sobre esto. Y ya aparece en la Wikipedia, así que en la próxima tanda de palabras a incluir en el diccionario, esta cae, seguro.
Yo voy a contarte la mía, a ver qué te parece.
Llega un momento en la vida de una persona adulta, en la que después de un fracaso sentimental, o varios, decides rendirte. La vida ya es complicada de por sí, por lo que durante un tiempo optas por no complicártela más de la cuenta, o esa es la idea.
Después de pasar por las diferentes fases que acarrea una ruptura, pena, impotencia, dolor, odio, desgana, etc, se llega a la de indiferencia ante esa persona y ante el tiempo vivido con ella. La mejor de las fases, porque te das cuenta de lo solo que estás, pero de lo capaz que eres de buscarte la vida, y también aprendes a diferenciar a los verdaderos amigos, que son los que acuden para cuidarte cuando te encuentras en la cama con 40 de fiebre, de los que son conocidos, que solo te responden cuando hay cerveza y fiesta de por medio. Sobre este tema tengo otra teoría, pero no es el momento.
Y aquí entra en juego la figura de “el follamigos” y mi teoría. Cuando llevas un tiempo solo y algo perdido, te das cuenta de que está muy bien tener a gente cerca, pero también te apetece un poco de cariño, caricias y por supuesto sexo. Somos animales, a veces no demasiado racionales, por lo que tenemos que cubrir esa primitiva necesidad.
El follamigos debe ser una persona a la que hace poco tiempo que conoces, pero con la que has congeniado de maravilla, con la que puedes pasar horas de confidencias y risas. A la que puedes llamar si te sientes solo para tomar algo en tu casa. Y con la que una noche te liáste y no te fué mal del todo, así que ¿por qué no repetir?. Hasta aquí creo que suena bien, pero una cosa que tienes que tener muy claro si no te quieres ver inmerso en una relación, es que tenga algo que te haga estar seguro de que no te enamorarías, algo que te haga sentir que no te gustaría levantarte el resto de tu vida con ella al lado. Aunque sea un detalle. Y por supuesto, es necesario que la otra parte piense igual que tú en todo esto, porque jamás la intención será hacer daño ni que nos lo hagan de nuevo a nosotros.
Me gustó mucho su bien argumentada teoría, me hizo gracia, pero a todo esto, mi reacción fué preguntarle, ¿y qué pasa si una de las partes implicadas en este juego se enamora de la otra?.
Paula tomó un sorbo de café, y con una sonrisa burlona que yo ya me conocía me contestó, no sé, no me pasó. *:)
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