viernes, 29 de abril de 2011

Algo diferente

      María se levantó aquel jueves, y se dispuso a hacer lo mismo que hacía cada mañana. Lo primero, su café.
     Pero aquel día se había levantado con una extraña sensación, tuvo un sueño algo inquietante que no conseguía recordar.  Y al mirarse al  espejo se vio  joven y atractiva, cosa que no era común en ella, así que se arregló con más esmero del habitual y decidió salir con una sonrisa en la cara, esperando que le pasara algo maravilloso, o al menos diferente.
     Recordó que tenía un décimo de lotería del día anterior, que había comprado por compromiso a un amigo, así que entró en una administración, con el pálpito de que quizá su rara sensación podría ser que iba a convertirse en millonaria, pero no, no fue así.
     Siguió su camino expectante, para no perderse aquello diferente que sentía le iba a suceder.
     A lo lejos vio acercarse al chico alto y moreno con el que se encontraba todas las mañanas, era como una especie de ritual que  cruzasen sus miradas y se sonriesen sin decirse nada. Así que pensó, “ya está, hoy es el gran día, hoy me parará, se presentará y me pedirá una cita”. Pero tampoco fue eso, el chico la miró, le sonrió y siguió su camino, como había hecho siempre.
     Estaba empezando a desesperarse, quería que su aventura empezara ya. Paró en el paso de peatones que había frente a su oficina y se quedó mirando el enorme reloj que colgaba en la fachada, contando las horas que le restaban para acabar aquel jueves, para que se cumpliese su deseo de algo diferente en su monótona vida.
     Y ensimismada en sus pensamientos, preguntándose el motivo de su inquietud y su excitación, comenzó a cruzar la calle, sin darse cuenta de que el semáforo aún estaba rojo…
     Al final, encontró algo diferente ese jueves... su muerte.


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